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La niñez y la diabetes tipo 1: lo que debe saber

11/01/2024
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Dado que la diabetes tipo 1 suele presentarse en edades tempranas, hay varias recomendaciones que deben tenerse en cuenta para que el pequeño paciente y quienes estén a cargo de él prevengan de la manera más indicada los riesgos asociados a la enfermedad.

La diabetes mellitus tipo 1 (DM1) se caracteriza por la producción deficiente o nula de insulina, una sustancia vital para que el organismo humano transforme la glucosa en energía suficiente para que se dé el correcto funcionamiento de otras células que la necesitan, como las que conforman los músculos y el cerebro. La DM1 es un trastorno autoinmune que se ocasiona cuando el mismo sistema inmunitario del cuerpo destruye las células beta del páncreas endocrino, las cuales son las encargadas de producir la insulina.

Ante la deficiencia de insulina, esta afección –que se presenta de forma sorpresiva en la población infantil, adolescente y en los adultos jóvenes– ocasiona una elevación del nivel de glucosa en la sangre, denominada hiperglicemia. Cuando se confirma a través de pruebas sanguíneas que el organismo ha dejado de producir insulina, esta hormona debe empezar a ser inyectada diariamente en el tejido subcutáneo.

El diagnóstico de diabetes tipo 1 en un niño implica una serie de aspectos en los que las personas que estén a cargo del menor deben enfatizar para facilitar el tratamiento de la enfermedad, conduciendo al paciente a un estado de salud y bienestar integral. Aquí presentamos un grupo de recomendaciones para que la DM1 sea manejada de la mejor forma en los más pequeños.  

 

Hipoglicemia en niños

Tanto los niños, jóvenes y adultos tempranos que presentan diabetes mellitus tipo 1 comparten en común síntomas propios de esta patología y de sus afecciones características. Entre las complicaciones agudas de la DM1 se encuentra la hipoglicemia, la cual se produce cuando la concentración de azúcar en la sangre es demasiado baja –debido a que en el cuerpo circula una cantidad excesiva de insulina, a la ingesta insuficiente de alimentos o a un exceso de actividad física–.

 
Sus síntomas varían entre:

  • Somnolencia
  • Confusión
  • Mareo
  • Hambre
  • Nerviosismo
  • Sudoración
  • Hormigueo en los labios y en las manos
  • Irritabilidad
  • Entre otros 

Si se está al cuidado de un niño con diabetes durante la noche, es importante advertir que la hipoglicemia puede producirse mientras la persona duerme. En estos casos, el descenso de glicemia tiende a manifestarse con signos como sudoración, alteraciones del sueño o aturdimiento.

También es preciso señalar que la actividad física reduce considerablemente la concentración de glucosa en la sangre, lo que puede llegar a ocasionar episodios de hipoglicemia cuando el niño esté realizando determinado ejercicio. Para prevenirlos, se puede disminuir la dosis de insulina habitual o aumentar el índice glicémico, tomando un zumo de frutas o ingiriendo una merienda con carbohidratos antes de que el niño se ejercite.

 

La hiperglicemia y sus riesgos

Por otra parte, está la hiperglicemia, la cual se produce cuando la concentración de azúcar en la sangre supera los límites normales (de 70 a 100 mg/dl –miligramos por decilitro de sangre–), ya sea por escasez de insulina o por haber ingerido una cantidad excesiva de comida. Entre sus signos se suele presentar:

  • Cansancio
  • Somnolencia
  • Sed insaciable
  • Micción frecuente y visión borrosa
  • Entre otros
     

El aumento del nivel de azúcar en la sangre se puede presentar rápidamente en niños pequeños, por lo que las personas a cargo deben estar alertas para detectar los síntomas de la hiperglicemia a tiempo y evitar que se produzca una cetoacidosis diabética (CAD), una grave afección de la diabetes mellitus tipo 1.

 

Hábitos saludables

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Al igual que a los niños que no presentan DM1, se recomienda a los pequeños pacientes con esta condición que lleven una alimentación saludable y balanceada. Se aconseja que realicen sus tres comidas principales y que consuman las respectivas meriendas de la mañana, de la tarde y la de antes de acostarse.

Lo más conveniente, aunque el niño demuestre cierto entendimiento frente a la enfermedad y su tratamiento, es que sus padres o quienes estén a cargo hagan seguimiento y observación constante al estado del menor y que, de ser necesario, le recuerden la hora en la que debe comer o inyectarse. Se recomienda monitorear la glicemia del niño antes de cada comida, al acostarse y, en lo posible, después de realizar cualquier tipo de actividad física.


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